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viernes, 18 de marzo de 2011

( primera parte )

Has vivido muchas experiencias. Has oído mucho, visto demasiado y lo único que te preguntas es que es necesario para que por fin aparezca ese príncipe azul que tanto tiempo llevas esperando y deseando. Crees que después de tantos golpes, ya te lo mereces. No sabes si será el hombre de tu vida, pero quieres por fin encontrar a ese hombre que llegue y por fin, mañana, te haga completamente feliz. Ese Aidan, el hombre que abre su corazón, atractivo, exitoso, que te mira con cariño, te sube tu autoestima, te presenta sus amigos y te involucra en su vida. En resumen, quiere construir junto a ti una relación seria. Pero tu no logras enamorarte de él porque en verdad, para ti, no es tu príncipe azul, sino que es el hombre después de Mr. Big. Durante tanto tiempo pensabas que deseabas un Aidan, pero ahora te das cuenta que no.

Porque en tu cabeza hay otra persona.

Te prohibiste volver a pensar en él. Sobran los argumentos para no volver a verle, pero te falta voluntad. Basta con oír su voz al teléfono para olvidar las excusas, la razón, todos los consejos de tus amigas. Una simple conversación por internet, un toque, un mensaje, y todo tu mundo se viene abajo. Todas las horas que te dijiste a ti misma que no, que ya era suficiente, que serías feliz sin él, desaparecen. No importa cuántas veces te haya asesinado, no importa que no te valore, tú lo amas igual. Sabes que te quiere a su lado pero que no va a estar al tuyo cuando lo necesites. Y en cada nuevo beso, con cada nueva caricia, con cada nueva noche juntos se pierde un poco de ti, de tus principios, de tu entereza, de tu amor propio.

Es un patrón, el mismo error, la misma piedra, la historia de amor que siempre sale mal pero que repites una y otra vez. No con el mismo rostro, a veces con distinto nombre, pero sí con idéntico final. Es el hombre que te hace caer al abismo cada vez que te atreves a quedar con él. Y aunque ya lo sabes, aunque te sabes de memoria el final del cuento, vuelves a caer, porque hay algo en él de príncipe azul, aunque sólo puedas verlo tú.

Es tu Mr. Big, el reflejo de esa parte dentro de ti que cree que no mereces ser amada. Es producto de lo poco que te quieres a ti misma, lo poco que te respetas. El día que aprendas a amarte, Mr. Big desaparecerá. Porque es un patrón, no producto de la mala suerte, y no te librarás de él hasta que seas consciente de ello, hasta que no descubras los mecanismos que te llevan a enamorarte de alguien que ni siquiera te considera una persona de quien enamorarse . Es el cretino por el que pierdes la cabeza mientras dejas escapar a Ross. No es una persona en concreto, eres tú. Es el castigo que te infliges a ti misma, tu patrón.

Y mientras tanto, ahí está Ross.

Ross es cada vez que la chica que te gusta te dice que eres su mejor amigo, estar a punto de besarla y que te salga un chiste, tener una cita sin que ella sepa que es una cita. Quien deja que te acurruques junto a él en el sofá mientras se le duerme el brazo y no lo mueve ni un solo centímetro por miedo a romper ese momento junto a ti. Tus mejillas en su regazo, acariciándote el pelo con ternura, aquel con quien quedaste para dormir en su casa y, efectivamente, dormiste.

Es ese tipo de chico que cree que esconder sus sentimientos es una buena idea, y los esconde tanto que al final son invisibles. Es amar tanto a una persona que al final la persona no se da cuenta de que la amas. Porque estar junto a ti para él es lo máximo, sin importarle cómo se encuentre después. Algo dentro suyo quiere decirle que no le gustas, pero hay otro algo que le dice que sí, las emociones bombean del corazón a su cabeza y se produce un enorme colapso que provoca que le cueste respirar y articular palabras al mismo tiempo. Es escribir más de diez veces la misma carta de amor y al final acabar regalándote un cd con canciones que sabe que te gustan para que las escuches mientras hablas con él, mientras tú le cuentas cuántos problemas tienes con tu Mr. Big, problemas que, por cierto, son muchos.

Ross es el chico que te estás perdiendo mientras pierdes la cabeza por un chico absurdo para el que no eres más que un objeto. Y Ross no es el chico más guapo del mundo, ni el más divertido, ni el más inteligente. Decididamente tampoco el más seductor. Pero sí tiene su corazón abierto para ti y está dispuesto a hacerlo todo por tu amor. Sólo hace falta que mires a tu alrededor para encontrarlo, porque está allí esperándote mientras no tiene más remedio que hacer su vida, intentando acercarse a la tuya sólo con ese pedacito que le das de ti. Ross está ahí, temblando de emoción sólo con ver tu nombre en su correo o en su móvil.

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