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viernes, 18 de marzo de 2011

A las niñas les enseñan muchas cosas. Si un niño te pega, le gustas. Y un día conocerás a alguien maravilloso y tendrás tu final feliz y su compromiso.
Cada película que vemos y cada historia que nos cuentan, nos implora que lo espermos. El giro del tercer acto, la declaración inesperada de amor. La excepción a la regla.
A veces nos concentramos tanto en el final feliz, que no aprendemos a interpretar las señales, a diferenciar entre los que nos quieren y los que no, entre los que se van a quedar y los que se van a ir.
Y quizás el final feliz no incluye un chico maravilloso. Quizás el final eres tú, sola recogiendo los pedazos y volviendo a empezar. Liberándote para encontrar algo mejor en el futuro. Quizás el final feliz sólo consiste en seguir. O quizás éste es el final feliz. Saber que a pesar de todas las llamadas y corazones rotos, a pesar de todos los errores y las señales mal interpretadas, a pesar de todo el dolor y la vergüenza, tú nunca, nunca, perdiste la esperanza

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