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sábado, 2 de abril de 2011
¿Ves? Eres tan como yo, que a veces no me lo creía. Nos parecíamos bastante, encajábamos al ser iguales, cabezotas, orgullosos, directos, sinceros, familiares, aspirantes a ser realistas, nos gustaba lo mismo, ese juego, nuestro estúpido juego. Todos pueden decir que lo entienden, que nuestro juega era simple y entendible a cualquier espectador externo, pero ni siquiera yo, que ejerzo el papel hoy de narrador autobiográfico, podría comprendernos hace ocho, siete, seis, cinco meses. Antes de eso, todo acabó, empezamos a poner puntos que describíamos como finales, pero no eran más que coronas para las comas, o paradas en el camino para tomar aire, puntos suspensivos, y de pronto alguien interfirió, o quizá fuesen más de una persona, con lo que tú querías y no eras capaz de hacer, con lo que yo debía hacer y no era capaz de hacer, con los rezumbantes consejos de aquellos a los que llamamos amigos, el final se impuso, rompiendo con cualquier costumbre de retomar nuestro juego. The game is over, ¿y sabes porqué? Porque en esta vida, casi todas las cosas tienen un porqué aunque a veces no estén a nuestro alcance, porque somos paralelos m.a, somos paralelos, y las lineas paralelas están destinadas a aproximarse, a tenerse en las distancias, a definir el camino de la otra, a guiarse mutuamente, a servirse de referente, a enfadarse y alejarse progresivamente, las lineas paralelas existen y están coartadas, jamás pueden unirse, jamás pueden tenerse, jamás pueden hacerse una, unirse en un punto, jamás.
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